La Maravilla Corporal

Por Mirta Blostein












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La Expresión Corporal (EC) es una disciplina que otorga un lugar a la manifestación del cuerpo, desde su lenguaje primordial: el movimiento. Movimiento presente desde la concepción del ser humano, en el vientre materno. Lenguaje expresivo per se, que acompaña, contiene, posibilita el crecimiento, evolución y desarrollo, y que es, además, una forma diferente de comunicación.
El cuerpo-sujeto se expresa más allá de la palabra. La comunicación oral se acompaña con un sinnúmero de pequeños movimientos: gestos, miradas, reclinaciones de cabeza que, en su hacer constante, definen y dan sentido al significado de la deliciosa tarea de la plática de los aconteceres cotidianos.
En cada accionar, aunque no prestemos atención precisa, está presente la emoción. Caminar, saltar, correr, retozar producen sensaciones emotivas diferentes, pues el movimiento y la emoción y la emoción y el movimiento están íntimamente ligados, entrelazados.
Al accionar cotidiano, este cúmulo de pequeños movimientos que suceden todo el tiempo, lo nombramos expresión corporal, y define las características propias, personales de cada individuo. Es un accionar natural, expresivo en sí mismo, cuyas raíces están en la cultura, en las costumbres, en la historia, en lo que se hereda y aprende, en un principio, en el círculo familiar y luego, en el entorno social.
Sin embargo, la presencia del cuerpo en lo cotidiano se encuentra desdibujada y sólo existe en situaciones particulares, como ser, ante la presencia del dolor, la enfermedad o el cansancio. Lamentablemente, el cuerpo en la sociedad occidental ocupa un lugar devaluado. La división cuerpo/alma y cuerpo/mente –en la que el alma y la mente son lo bueno, y el cuerpo es lo que se pudre– pervive, a pesar de todos los cambios en el siglo pasado y a pesar del desarrollo de diferentes disciplinas y campos de pensamientos que abogaron para que la relación del cuerpo sea más humana (mente, cuerpo y el espíritu, como una misma con el ser).
En estos cambios iniciados en el siglo XX, estuvo presente la danza, que fue llamada, en sus diferentes vertientes renovadoras, danza expresiva o danza libre.
Figuras como Isadora Duncan, Doris Humphrey, Rudolf von Laban, por ejemplo, en diferentes momentos, realizaron avances, cambios radicales, que dieron lugar a la emoción, a los sentimientos, y comenzaron a borrar la línea divisoria entre cuerpo y mente, dando lugar, a la vez, a una manifestación más plena del movimiento y, por lo tanto, de la danza.
La Expresión Corporal (EC) parte de la danza, se nutre en ella. En la Argentina, se hizo visible en la década de 1950, a partir de la metodología creada por Patricia Stokoe, quien definió la EC como la danza de cada uno.
Como toda actividad que parte de la vivencia, la EC se hace difícil de explicar verbalmente. En general, se la confunde con la expresión del orador, del conferencista, de las modelos, de los vendedores, de los maestros, etc. En realidad, esta expresión corporal está presente siempre en todas las personas, aunque algunos sujetos son más sueltos, desinhibidos, otros más tensos, algunos más vergonzosos.
La Expresión Corporal –la cual es nuestro interés compartir aquí– es la que llamamos Maravilla Corporal. En ella, uno de los objetivos más importantes es el encuentro y desarrollo del Lenguaje Expresivo del Cuerpo, presente en los gestos, en el actuar cotidiano que, al ser vivenciados desde la energía, el tiempo y el espacio, se convierten en Movimiento Expresivo, una danza propia: juego de entrelazamiento de formas que se mueven en el espacio, con la energía particular que emerge de la emoción, usando el tiempo presente como hilo conductor del movimiento.
En la Maravilla Corporal, no existen movimientos lindos o feos; cada danza personal tiene valor por sí misma, pues expresa las emociones y sentimientos profundos que se encuentran en el interior del ser humano.
Un mundo de significaciones ricas en imágenes, formas, colores, texturas que se proyectan en el espacio: mudo receptor y contenedor de escenas danzadas que comunican realidades interiores. Realidades difíciles de poder ser manifestadas por la palabra.
Otra manera de decir. Otra forma de comunicación con uno mismo y con los otros. Otra forma de llegar al pensamiento desde la acción, desde la vivencia. Otra manera de reconocerse y encontrarse con este cuerpo que se es y que sin embargo está, la mayoría del tiempo, ausente.
Puesto que el movimiento está siempre presente, no es necesario buscarlo como algo perdido. Ahí está, forma parte de la existencia aunque estemos quietos. El solo respirar, esta acción inconsciente de inhalar y exhalar, produce un sinfín de movimientos en el interior del cuerpo. La sangre recorre el cuerpo, los intestinos se mueven. Un mundo oculto de movimientos dentro del cuerpo, de la piel, y un mundo de exquisitos movimientos más allá de la piel, nos regalan y posibilitan la comunicación desde el movimiento.
En la Maravilla Corporal, realizamos un interjuego de movimientos desde el interior al exterior y desde el exterior al interior. El estímulo para comenzar a moverse puede partir de diferentes motivaciones, o bien, de diferentes situaciones.
Sentir el movimiento de los huesos, por ejemplo, desde las articulaciones hasta el extremo de cada uno de ellos, da lugar a esa emoción especial que se mueve y danza. Caminar desde esta particular emoción es llegar a un andar expresivo, extracotidiano, es decir, fuera del andar de todos los días, pues este andar es un andar-danza, un danzar-caminar.
Caminando, o quizás de pie sintiendo el espacio, o sentados en cojines o en esa silla banco o taburete que elegimos con la emoción a flor de piel, sostenidos por la música, el silencio o las palabras metáforas del coordinador/a, comenzamos a movernos… y desde este simple movimiento emocionado surge el prólogo de una danza diminuta, tímida quizás, que con el correr del tiempo se convierte en una danza atrevida, audaz, contestataria. Contestataria, pues se realiza con la complicidad, encuentro, apoyo, vínculo con los otros, esto es, con el grupo acompañador, receptor. En este juego en el que se comparten ideas comunes, ideas diferentes, similares, dispares, parecidas, se comparte la vida que va emergiendo desde las improvisaciones, en las que el relato se hace carne. Es el movimiento corpóreo-vivo-expresivo que contesta, pregunta, defiende y define otra identidad que subyace más allá de la palabra y que, finalmente o en principio, la sustenta.
Danza propia y contestataria de situaciones olvidadas, alejadas de un existir que ahí está y permanece. Danza que brota más allá del olvido que se imprime sobre el cuerpo-sujeto. A pesar de los esfuerzos por poner guapo a este cuerpo-sujeto, lo más bello es su realidad corpórea por medio de la cual somos y nos comunicamos hasta que la muerte enmudece este ser, hacer, quehacer, acción, danza, danza exquisita.
Entonces, hasta que la muerte nos llene de quietud, dancemos y brindemos por esta danza que permite crear, ser, comunicarnos, compartir, inventar espacios donde el arte es el invitado de honor, y la danza propia es su decir.
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Foto: Una clase impartida por la maestra Blostein en la Universidad de las Américas, en Cholula, Puebla.